Confesor

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Presentación

La palabra “confessor” se deriva del latín “confiteri”, confesar, profesar, pero no se halla en los escritores del período clásico, pues fue usada por primera vez por los cristianos. Para ellos era un título de honor designar a aquellos bravos campeones de la fe que habían confesado a Cristo públicamente en tiempos de persecución y habían sido castigados con prisión, tortura, exilio o trabajos forzados en las minas, y permanecieron fieles en su confesión hasta el final de sus vidas. Este título los distinguía de los mártires, quienes eran llamados así debido a que murieron por la fe.

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La primera evidencia clara de esta distinción se halla en un epitafio que registró De Rossi (Bullettino di archeologia cristiana, 1864, p. 30): "A Domino coronati sunt beati confessores comites martyrum Aurelius Diogenes confessor et Valeria Felicissima vivi in Deo fecerunt" [Los benditos confesores, compañeros de los mártires, han sido coronados por el Señor. Aurelio Diógenes, confesor y Valeria Felicísima, colocaron (este monumento) durante su vida]. San Cipriano es el primero de los escritores en cuyas obras aparece (Ep. XXXVII): "Is demum confessor illustris et verus est de quo post-modum non erubescit Ecclesia sed gloriatur" (Este confesor, ciertamente, es ilustre y verdadero, de quien la Iglesia no se avergüenza luego, sino de quien se gloría); él muestra en este pasaje que el sólo sufrir por la fe no merecía el título de confesor a menos que le siguiera la perseverancia hasta el final. El título es de menor ocurrencia con este significado en los escritores cristianos del siglo IV. Para citar un ejemplo, Sidonio Apolinario escribe (Carmen, XVII), "Sed confessorem virtutum signa sequuntur" (Sino que señales de poder siguen al confesor). Un uso similar se puede verificar en Lactancio, "De morte persecut.", XXXV; San Jerónimo, Ep. LXXXII, 7; Prudencio, “Peri steph”., 55, etc. Significado Posterior

Después de mediados del siglo IV encontramos la palabra “confessor” usada para designar aquellos hombres que eran de notable virtud y conocimiento y que confesaban la fe en Cristo ante el mundo mediante la práctica de las virtudes heroicas, por sus escritos y predicaciones, y en consecuencia comenzaron a ser objeto de veneración, tenían capillas (“martyria”) erigidas en su honor, lo cual en el siglo precedente había sido privilegio especial de los mártires. En las Iglesias Orientales los primeros confesores que recibieron culto público fueron los abades San Antonio y San Hilarión, también San Filógono y San Atanasio. En Occidente el Papa San Silvestre I era venerado como tal incluso antes que San Martín de Tours, como se puede ver en el "Kalendarium" publicado por Fouteau---un documento que ciertamente es del tiempo del Papa Liberio (cf. "Praenotata" en el antedicho "Kalendarium", IV). Significado Moderno

Desde el tiempo en que los pontífices romanos se reservaban la decisión definida en causas de beatificación y canonización, el título de confesor (pontífice, no pontífice, doctor) le pertenece sólo a aquellos hombres que se han distinguido por las virtudes heroicas, las que Dios ha aprobado con milagros, y a quienes la Iglesia le ha concedido este título solemnemente y los propuso a los fieles como objeto de su veneración. (Vea mártir, persecución, beatificación y canonización. Para el oficio de confesor en el Sacramento de la Penitencia, vea Sacramento de la Penitencia).

Fuentes y Enlaces de Interés

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